Reforma laboral y administrativa disfrazada de educativa
Martha de Jesús López Aguilar*
A casi tres años de la aprobación de la reforma educativa, existe un debate de
si es educativa o administrativa y laboral o política, como afirmó Aurelio Nuño
Mayer, actual secretario de Educación Pública. Es una reforma que trastoca el
ámbito educativo, porque hasta la fecha no se ha presentado un modelo educativo,
con nuevos planes y programas; los libros de texto de primaria no se han
modificado, pese a que son incongruentes con los planes y programas: tienen
errores científicos, pedagógicos, ortográficos y de redacción.
La prioridad desde un inicio de su aplicación fue implementar esquemas de
control laboral y administrativo docente a través de una reingeniería
organizacional de corte empresarial al aumentar la burocracia mediante la
estructura ocupacional jerarquizada como forma de dominación sobre los maestros,
profundizándose aún más con el cumplimiento de la normalidad mínima
disciplinaria.
Ahora el sistema educativo mexicano basa la calidad de la enseñanza en una
estructura con un presupuesto reducido, estandarizado y de control sustentado en
un mecanismo de dominación con un esquema de evaluación como medio para
aniquilar a los maestros y una forma de presión sobre ellos. Se pretende
despedirlos mediante la evaluación con el fin de suprimir plazas y jubilaciones
para reducir el presupuesto educativo. Dando fin a la plaza base, se da un nuevo
régimen de contratación: se legalizan los nombramientos provisionales, sujetos a
evaluaciones para definir su permanencia, creando inestabilidad en el empleo
mediante la flexibilidad laboral.
Para saltar esta evaluación punitiva se requiere de una capacitación docente, la
cual está en la mira de las empresas educativas que ofrecen cursos de dudosa
calidad, pero más rentables, en los que los docentes tienen que pagar con la
promesa de que serán preparados para presentar la evaluación obligatoria ante la
amenaza del despido. Estos cursos pretenden adoctrinar a los docentes para
convencerlos de las bondades de la reforma, sin embargo, les aniquilan la
capacidad creativa y transformadora de su experiencia y saber docente.
La alienación hacia los maestros se da mediante el individualismo, la
competencia, la búsqueda de los estímulos económicos, como forma de control, lo
cual sujeta a los mentores a un trabajo burocrático y los mantiene conformes,
pasivos, apáticos, dejando de lado su responsabilidad educativa-formativa con
una actitud acrítica y hasta conservadora con los problemas sociales; y son este
tipo de maestros idóneos los que facilitarán la producción de capital humano con
habilidades digitales, de la comunicación y matemáticas sustentadas en el
desarrollo de competencias para que puedan ser utilizadas en la producción de
más capital.
Actualmente se cae en una noción estrecha del enfoque por competencias al
privilegiar una racionalidad instrumental como parte de un proceso
neocolonizador deshumanizante, al dar prioridad a habilidades y aprendizajes
técnicos y utilitarios que restringen y empobrecen los conocimientos y valores
al emplear procedimientos automatizados, rutinarios y memorísticos.
Este mundo globalizado pretende imponer un pensamiento único, una educación
homogeneizante, donde se garantice la calidad educativa y el máximo logro del
aprendizaje de los educandos. Para lograrlo se estandarizan el currículo, las
evaluaciones, los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la
infraestructura educativa, la idoneidad de los docentes y los directivos. Con
esta educación irracional, en una escuela con métodos y conocimientos uniformes,
se genera personas uniformes carentes de sensibilidad, emociones, sentimientos y
una conciencia de clase. El currículo con el que se adiestraron responde a un
modelo educativo que busca crear sujetos para el mercado: hombres mecánicos,
pragmáticos y competitivos formados dentro de esa lógica del sistema productivo
y capitalista que busca establecer el concepto de rentabilidad capitalista.
La estandarización de los conocimientos tiene un carácter totalizador y
neocolonial, reduce la riqueza y diversidad cultural en detrimento de las
lenguas de los pueblos originarios. Mediante la escuela se impone a la sociedad
valores de la economía de mercado.
Desde la escuela se tiende a involucionar hacia una creciente mecanización y
robotización, como afirma Manuel Pérez Rocha, lo que impide el desarrollo de la
conciencia de seres sin creatividad, imaginación, emociones, ética trascendente,
estética, ahistóricos y acríticos despojados de lo más profundo y complejo de su
ser, de su esencia: el de ser seres humanos.
En este proceso de aniquilamiento se declara la guerra al magisterio que el
mismo Estado forjó con una filosofía, valores históricos, culturales y una
tradición pedagógica, porque ya no le sirve a la globalización económica. En
consecuencia, se estaría dando fin a las escuelas normales, para dar paso a los
profesionistas universitarios sin formación docente, manejo de grupos y
compromiso social.
La lucha contra la reforma educativa debe ir más allá. Este es el momento
decisivo que deben definir todos los mexicanos: permitir que los organismos
financieros y empresariales sigan ganando terreno y avance el proceso
neocolonizador a través de la destrucción de la soberanía nacional, la riqueza
natural, cultural y del patrimonio de la educación pública o se avanza en la
acumulación de fuerzas para hacer un frente común de emancipación económica,
política, social y educativa con un nuevo proyecto de nación más justo y digno.
*La autora es profesora normalista, maestra en investigación educativa,
autora del libro La primavera magisterial de 1989
http://www.jornada.unam.mx/2015/11/07/opinion/022a2pol