La última y se van

El fin de semana pasado se publicó en varios medios de comunicación impresos un desplegado firmado por tres docenas de dirigentes sindicales convocados por Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps y Juan Millán Lizárraga.

Adrián Trejo / www.economista.com.mx  01-06-2008


El documento es una invitación abierta a todas las organizaciones sindicales del país para discutir una nueva política laboral, partiendo de la premisa de que los sindicatos “se encuentran debilitados, dispersos, disminuye su influencia en la vida pública nacional y están perdiendo espacios en la lucha por los derechos y la dignidad de los trabajadores”.

De acuerdo con el texto, el salario mínimo ha perdido 73% de su poder adquisitivo en los años recientes; 62% de los trabajadores ocupados carecen de prestaciones sociales; 46% de los asalariados no tiene contrato laboral por escrito y únicamente 10% están incorporados a alguna organización sindical.

Lo interesante del asunto no radica tanto en el diagnóstico, sino en dos hechos fundamentales: los temas que serán analizados por los sindicalistas y quién encabezará este incipiente movimiento reivindicatorio de los sindicatos.

Son nueve los temas establecidos en la convocatoria como base de las discusiones que eventualmente habrán de realizarse en los próximos meses; de esos nueve, el análisis y las resolución de los puntos dos y tres demostrarán si las intenciones de cambio son reales o son más de lo mismo.

El primero habla sobre el fortalecimiento de la autonomía sindical y la libertad de asociación laboral.

Un sindicato autónomo no se limita a sus relaciones con la empresa o la dependencia con la que mantenga su relación laboral, sino con las decisiones internas y su forma de gobierno.

Hasta hoy, uno de los graves problemas de todos los sindicatos en México es su absoluta ausencia de democracia, en la que los órganos de dirección son impuestos en “elecciones” simuladas en las que se vota “a mano alzada”.

Ningún dirigente sindical ha querido, hasta el momento, asumir el riesgo de realizar una elección con voto secreto y directo, lo cual ha dado como resultado larguísimos cacicazgos -y con ello actos de corrupción- que los trabajadores no han podido romper.

El otro punto propuesto para el análisis es la transparencia y la rendición de cuentas en cada organización de trabajadores.

Cuánto ingresa a las arcas sindicales, en qué se emplea, en dónde se invierte, son cuestiones vedadas para el trabajador ordinario que tiene que conformarse en un dizque informe que anualmente entrega el dirigente en turno.

Si de verdad se pretende hacer un cambio en esta forma de administrar los recursos sindicales, habrá que esperar una verdadera revolución en los estatutos de los sindicatos más importantes, comenzando con los convocantes, es decir, con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y el sindicato petrolero.

Esta puede quizá la última oportunidad que tengan los sindicatos en México de impulsar, desde dentro, un cambio en la política laboral antes de que sean los partidos políticos los que lo hagan en su nombre.

Si por algo han fracasado los intentos por aprobar reformas a la legislación laboral, ha sido precisamente porque la convocatoria ha surgido del gobierno o de los partidos políticos sin la participación o consenso de los sindicatos.

También está puede ser la última oportunidad de Gordillo Morales y de Romero Deschamps para reivindicarse; con la opinión pública en contra, el impulso de una nueva política laboral fundamentada en reglas internas más equitativas, justas y transparentes, podría ser la decisión que los emancipara.

La designación de Millán Lizárraga como coordinador de este proyecto es también un señal de que el asunto va en serio.

Desde sus tiempos como encargado de las negociaciones entre la CTM y los organismos empresariales para establecer convenios de productividad, Millán expresó la necesidad de adoptar los cambios que ahora serán sujetos de discusión.

Lo que está por verse es si la convocatoria resiste la guerra de los egos; ya en una ocasión, cuando Francisco Hernández Juárez preparaba el lanzamiento de la Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (FSBES), Gordillo Morales, también parte del proyecto, terminó confrontada con el dirigente de los telefonistas.

Y, desde luego, también conocer la opinión del gobierno federal al que, sin duda, le serviría más un sindicalismo fuerte y propositivo que uno desorganizado y totalmente oscuro.