El diagnóstico nacional

Por: Elba Esther Gordillo

 

Martes 09 octubre 2012

 

A menudo cuando elaboramos y socializamos diagnósticos sobre los diversos problemas que enfrenta el país, suelen confundirse o interpretarse como críticas al desempeño de un gobierno. La situación anterior contamina la problemática nacional porque polariza la opinión y fragmenta las acciones necesarias para superarla. Por otro lado, también suele decirse negativamente que dicha diagnosis politiza el análisis; sin embargo, está mal empleado el calificativo, ya que si de verdad se politizara estaríamos en la ruta correcta para obtener un mejor trabajo gubernamental.

 

La política debe ser la vía para interpretar correctamente las demandas sociales respecto a los problemas nacionales. La buena política es el mecanismo ideal para enfrentarlos con pertinencia y efectividad al convocar una solución colectiva. No hay otro camino en una sociedad democrática, plural y altísimamente estratificada. Ahora bien, el momento más responsable y oportuno para revisar cómo estamos es justamente cuando se renueva la administración federal, en la cual recae una enorme cantidad de responsabilidades, facultades y mandatos.

 

Quizá una de las primeras preguntas para fundar el diagnóstico nacional es la duración de la administración federal, ¿no será ya un lapso demasiado largo? Seis años es mucho tiempo para revisar las estrategias de gobierno, debido a que durante él se operan enormes cambios en prácticamente todas las variables. Entonces, si hay tal dinamismo en los agregados políticos, económicos y sociales, el cual genera multitud de impactos, ¿por qué las decisiones elegidas no se mueven con la misma velocidad?, vaya, debemos aceptar que la mayoría de las veces ni siquiera se mueven.

 

Es cierto que los compromisos de gobierno y su derivación en acciones públicas generan una situación de régimen. Entendido éste como el acuerdo orgánico a partir del cual se ejercerá el poder pero, llevado al extremo, se convierte en una coraza que impide evaluarlas y eventualmente replantearlas a partir de sus resultados.

 

La forma como se pilotea un avión es un ejemplo sobre la toma de decisiones a partir de la constante evaluación y corrección de acciones. Un piloto utiliza instrumentos con información de último momento para diagnosticar las condiciones de vuelo —velocidad, altitud, combustible, clima— con lo cual puede decidir el mejor rumbo para llegar a su destino. No espera a que sea la caja negra la que realice los diagnósticos, ni las acciones que toma se ven como una claudicación. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo en la tarea pública?, dada nuestra situación social, quizá la más importante y trascendente rendición de cuentas sea corregir prontamente a partir del resultado de una decisión.

 

El momento que vive el país reclama la utilización de herramientas precisas para diagnosticar las enfermedades político-sociales que padecemos. El camino indiscutible para elegir las respuestas adecuadas, sería comenzar haciendo las preguntas correctas: ¿se ha dañado o no el tejido social por la irrupción del tremendo aumento de la violencia? ¿Ha disminuido el tráfico, comercialización y consumo de drogas, así como sus ganancias millonarias? ¿El país dispone de un umbral energético sustentable? ¿El relevante crecimiento demográfico ha sido acompañado por una sólida política de generación de empleo, fortalecimiento del mercado interno y de una reducción sostenida de la pobreza? ¿Nuestra inserción global y la vinculación con los factores hegemónicos es la correcta? ¿La calidad educativa es la que reclama la era del conocimiento y la competencia internacional, así como la nueva equidad que tutela? ¿Cuenta el país con una política fiscal y un federalismo proporcionales con los problemas que están obligados a resolver? ¿Tenemos un país más justo? ¿La institucionalidad que opera el debate electoral dota a los ciudadanos de la certidumbre necesaria?

 

Estas preguntas, entre otras, no pretenden negar la validez jurídica, política y aún histórica de las decisiones gubernamentales tomadas. Son más importantes las respuestas que les demos, ya que nos servirán como instrumentos de medición sobre los méritos, vigencia y aprecio público con que cuentan. No obstante, procuremos no confundir la evaluación entre los medios y los fines; en cuestiones de política pública es absolutamente necesario un equilibrio entre el medio empleado y el fin conseguido.

 

Dogmatizar el ejercicio del poder como vehículo para su defensa, o negarse a aceptar las nuevas realidades para actuar en consecuencia, desvirtúan y polarizan el indispensable análisis de los problemas, tiempos y circunstancias del país

 

Créditos: http://www.elmundodecordoba.com/noticias/pais/1884745-2