Día del Maestro

Por Carlos Ornelas, colaborador de Portal 37 y escritor de exonline
14-May-2008
La figura del docente será el centro de las arengas, pero nada más. Lo importante, la parte esencial del protocolo, será la firma de un pacto que consagrará el poder de Elba Esther Gordillo.

Desde que el presidente Venustiano Carranza lo decretó, se instituyó el ceremonial del Día del Maestro. Aunque ha variado el contenido de la festividad, los símbolos se hicieron tradición, la efemérides sirvió a los fines del régimen de la Revolución Mexicana para consolidar el paternalismo gubernamental y, desde 1944, al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, para lanzar arengas reivindicativas al tiempo que ofrendaba pleitesía al Presidente de la República. La celebración oficial era un concurso de elogios: el gobierno encomiaba a un maestro abstracto, el SNTE, a un Presidente concreto. Mañana será algo parecido. El mandatario Felipe Calderón glorificará al maestro y Elba Esther Gordillo agradecerá la grandeza de miras del gobernante. Ella obtendrá más que él.

Los ritos oficiales del Día del Maestro penetraron a la sociedad; hoy es una prenda que todo el mundo festeja: desde los modestos jardines de niños hasta los más prestigiados posgrados; atraviesa a los sectores público y privado, y muchos padres de familia —que en realidad aprecian la labor de los docentes— les brindan una lisonja. No obstante, la liturgia que monopolizan el gobierno y el SNTE será la que dé la nota a la prensa y los medios.

El gobierno eligió al 15 de mayo como la fecha en que debería anunciar algo importante y, si no se encontraba lo trascendente, al menos avisar el incremento a los salarios de los maestros. El símbolo adquirió significación política de primer orden. Por ejemplo, Carlos Salinas deseaba que aquel famoso Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica se signara en esa fecha, pero rezagos en las negociaciones entre la SEP y el SNTE, por la descentralización y la carrera magisterial, lo pospusieron al 18 de mayo de 1992. En el nombre de los maestros, el SNTE obtuvo ganancias políticas y burocráticas que consolidaron por plazo largo el poder de su hoy presidenta.

Mañana, en condiciones políticas distintas a las de los gobiernos revolucionarios, se editará de nuevo la ceremonia. Esta vez el gobierno y el sindicato harán una proclama que ratificará la transacción entre el Presidente de la República y la presidenta del SNTE. La figura del maestro será el centro de las arengas, pero nada más. Lo importante, la parte esencial del protocolo, será la firma de un pacto que va a consagrar el poder de Gordillo. Tal vez las signatarias de la Alianza por la Calidad de la Educación y el Fortalecimiento de la Escuela Pública serán Josefina Vázquez Mota, la secretaria de Educación Pública, y la misma Gordillo, pero la rubrica que va a contar (aunque sea virtual o como testigo de honor) será la del Presidente.

A reserva de leer el texto cuando se haga público, por lo que ya trascendió de su contenido, ese expediente será una respuesta casi puntual a las demandas del IV Congreso Nacional de Educación del SNTE. No por nada las aristas del convenio se perfilaron en la Subsecretaría de Educación Básica, la que comanda el yerno de la dirigente sindical. Su costo aproximado será de 300 mil millones de pesos y, aunque tendrá algunas repercusiones en la mejoría de la infraestructura de las escuelas (tal vez a eso se refería el Presidente cuando le ordenó a JVM que se pusiera las pilas), no tendrá una repercusión favorable en la calidad de la educación.

Los maestros disidentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y otras agrupaciones radicales irrumpen en los festejos de mayo con huelgas, plantones y manifestaciones vociferantes. Su influencia en la política oficial es poca, pero los efectos de sus acciones —también en el nombre de los docentes— devastan a las escuelas. Son casi 30 años de esa tradición y no parece que esos grupos diseñen un cambio de estrategia. Su retórica se gastó.

Grupos privados que hablan en el nombre de la sociedad civil representan a varias asociaciones que tienen intereses en la educación; ya constituyeron su alianza y buscan “la tercera silla” en las negociaciones. Su influencia crece en los medios, tienen más auditorio que en el pasado, construyeron una causa razonable y quieren conseguir un pase al festejo, para introducir demandas de transparencia y rendición de cuentas. Pero el monopolio es privilegio que los poderosos no gustan de compartir.

Para intelectuales, periodistas e investigadores de la educación, el desprestigio del SNTE repercute en el crédito de los maestros y la mala fama de las escuelas públicas; tal vez sea así en Oaxaca, Guerrero y Michoacán, donde hay pocos días de clases y muchas marchas de maestros. Pero no es la regla. Si se les concede credibilidad a las encuestas —a pesar de la baja calidad educativa, las inequidades y las fallas institucionales—, la sociedad, y en especial los padres de familia, aprecian a los maestros, pero es la dirigencia del SNTE la que recibe los beneficios.

Lo constataremos mañana. En el aniversario 90 del ritual, el maestro será pieza de oratoria, pero la sustancia será la firma de la nueva alianza.

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