Aprendiendo de los maestros


Estudiando a los  grandes hombres de  la historia, aprenderemos las grandes  claves de la existencia  humana

Créditos: http://ed.editorialkino.com.mx/impreso/Mexicali/091411/14-09-2011_MEX_05A.pdf 14 septiembre 2011


Ayer estaba leyendo  al filósofo  Alemán Nietzsche – le dijo el  Aprendiz al Sabio-, y en una de sus reflexiones decía lo siguiente: “Perecemos  con más facilidad a causa de nuestros  puntos fuertes que a causa de nuestras  debilidades: pues en lo que respecta a  éstos últimos vivimos razonablemente,  pero no el que respecta a los primeros”  (es decir, a nuestros puntos fuertes). Leer a Nietzsche siempre nos resulta impresionante –le contestó el Sabio  a su amigo-. Nietzsche ha sido una de  las personas con más penetración psicológica. Junto con Shakespeare y Dostoievski, podemos asegurar, que son  los tres psicólogos más grandes que  ha dado la humanidad. Y por supuesto, muy superiores cualquiera de éstos  tres, al propio Freud, creador del psicoanálisis.


Lo que leíste de Nietzsche es cierto  –siguió hablando el Sabio–. Falsamente  creemos, que con más facilidad nos destruyen nuestras debilidades que nuestros puntos fuertes, es decir, nuestras  destacadas capacidades. ¡Mira, te voy  a poner algunos ejemplos! Una persona  que goce de la virtud de la valentía, es  indudable que esa virtud es un “punto  fuerte”. Pero el valiente lo es en todo, y el frecuente ejercicio de su valentía lo  pone en más situaciones de riesgo que a  personas que no son valientes. Te daré otro ejemplo: un corredor  de maratón que realmente esté dotado  para éste tipo de carrera, tratará de  recorrer la larga distancia a como dé  lugar.

 

Pero su gran capacidad (punto  fuerte) como corredor, le hará que se  exija cada vez más. Su punto fuerte de  corredor forzará su corazón a lo máximo, y ante exigencias tan extenuantes,  nada difícil será que pueda morir de un  paro cardiaco. Y es que los “puntos fuertes” de las  personas, los estimulan a rendir lo  máximo, ya sea que se trate de deportes, profesiones, etc. Un médico cirujano con destacadas capacidades para la  cirugía, tenderá a trabajar más, o a intentar técnicas propias en sus cirugías.  Esto podría conducir a éste cirujano a  cometer errores garrafales, que acabarían con su prestigio profesional. Es cierto –siguió diciendo el Sabio-,  que debemos aplicarnos a trabajar en  nuestros “puntos fuertes” (capacidades  relevantes), pero debemos ser muy prudentes, pues nuestras propias fortalezas nos  inclinarán a cometer excesos. Aplicarnos  en nuestros “puntos fuertes”, nos llena de  orgullo y nos deleita, lo que está muy bien.  Solo, que el ejercicio de nuestras grandes capacidades nos exige cada vez más, pudiendo  pasar con mucha facilidad a la desmesura.  Aquí, cabría muy bien la reflexión de un sabio Griego que adquirió en la Grecia Antigua, un enorme prestigio por haber acuñado  ésta máxima: “Nada en demasía”.

 

En cambio –le dijo el Sabio a su amigo-,  “nuestras debilidades” nos resultan menos  riesgosas. Por ejemplo, nuestra fuerza física  mediana, nada tiene que ver con la enorme  fuerza de grandes atletas y de personas normales. Como somos conscientes que nuestra  fuerza física no da para tanto, no intentaremos hacer esfuerzos para los que sabemos  que no estamos dotados. O por ejemplo, una  persona que sabe que su aparato digestivo es  débil, no intentará comer desmesuradamente, como sí lo hacen una gran cantidad de personas que gozan de un estómago de hierro. Los grandes comelones, que gozan en realidad de un sistema digestivo envidiable,  tienden a cometer todo tipo de excesos en la  comida. Pero los años pasan, y el sistema digestivo ya no es el mismo, o simplemente, los  excesos en la comida los cometen con mucha  frecuencia. Así, que es lógico, que perezcan  más personas que gozan de un estómago  fuerte, que otros que padecen de estómagos  delicados. Éstos últimos, se cuidarán mucho, y los otros, no lo harán.

 


¡Muy bien, le dijo entusiasmado el Aprendiz a su amigo! Y ahora, explícame ésta frase  que leí del mismo Nietzsche: “Solo se es ´fecundo´ al precio de ser rico en antítesis”. Te lo voy a explicar con un ejemplo, le dijo  el Sabio. Una persona tiene una serie de  ideas para vender un proyecto determinado. Estas ideas, son lo que llamaríamos su  “tesis”. Y su “antítesis”, sería que pudiera  ver los puntos débiles de su proyecto. Por  lo general, nos casamos con nuestras ideas  y no vemos sus puntos débiles. En cambio,  los hombres muy fecundos y productivos,  asumen ellos mismos el papel del “abogado  del diablo”. Se rebaten a sí mismos, atacan  sus ideas aun y cuando están muy convencidos de ellas. Y de ésta manera, al final de  éste auto debate, la persona tendrá más claridad de su proyecto y podrá haber advertido debilidades, que finalmente las hará a  una lado, mejorando su proyecto. ¡Éstas en lo cierto, le dijo el Aprendiz a su  amigo! Cuando tenemos una idea y la queremos sacar adelante, nos pasa lo que dice el  refrán popular: nos casamos con ella, y no la  queremos modifi car. Así es, amigo, le respondió el Sabio: es  muy difícil que podamos juzgar con objetividad nuestras propias ideas, aun y cuando  nos demuestren que estamos equivocados.  Nuestras ideas erróneas son como nuestros  hijos, muy queridos, por ello es tan difícil  una idea que ya la hicimos nuestra. Ahora comprendo plenamente la frase que  dijo Nietzsche: “Sólo se es fecundo al precio  de ser rico en antítesis”. Nuestra fecundidad –siguió diciendo el Aprendiz– será muy  productiva cuando seamos capaces de ejercer la antítesis, es decir, de criticar nosotros  mismos las ideas que tanto queremos, así  como nuestras acciones y proyectos. ¡No se trata de humildad – le dijo el Sabio a su amigo, sino de ser muy listos en  el terreno práctico de criticar nuestras  propias ideas!

 

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