¿A quién le importa la educación en  México?

Profr. Ignacio Montes Cárdenas

 

Corre, dijo la tortuga.

Estoy de vuelta dijo un tipo,

que nunca fue a ninguna parte.

Joaquín Sabina. Español.

 

Desde luego, no a los políticos. Cuando se acuerdan de ella, es para llevar agua a su molino, como ocurrió en las pasadas elecciones con el Partido Verde que prometió computadoras e inglés en las escuelas, o el PANAL o el PSD que prometieron escuelas de tiempo completo. Como reza un antiguo refrán, “el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila”.

 

Preocupada por tanta indiferencia, la revista Metapolítica de marzo-abril del presente año, abrió sus páginas para que varios investigadores de la educación opinaran sobre el tema, con el sugerente título: ¿A quién le importa la educación en México? de la cual hago una reseña.

Para empezar, el Programa Sectorial de Educación 2007-2012 de Felipe Calderón carece de un mínimo diagnóstico de la situación que guarda la educación mexicana, como sí lo tuvo el Plan de Educación de Vicente Fox. Uno se pregunta de esta ausencia y tendría que concluir que todos sabemos cuáles son los problemas más importantes del sector educativo y que está de más un diagnóstico al respecto. Con otras palabras, es como si un médico te recetara medicina sin un previo diagnóstico de tu enfermedad. Con este enfoque no es de extrañar que el gobierno se dedique a dar palos de ciego en un asunto que es toral para el futuro de México: sin una educación de calidad no habrá desarrollo para nuestro país.

 

¿Por qué la educación básica no mejora a pesar del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica de 1992, que transfirió edificios escolares, alumnos y maestros a los gobiernos estatales para “acercar la autoridad educativa a la escuela”, a pesar de los programas educativos de 1993? se preguntan los expertos educativos.

 

En la participación del magisterio en estos pobres resultados educativos, se parte, muchas veces de posiciones extremas: los maestros son los “villanos” de la educación o basta con mejorar el trabajo docente para que automáticamente se traduzca en mejora de la calidad educativa.

Como en todas las profesiones, hay maestros buenos, malos y regulares, algunos hasta excelentes. No se puede hacer la afirmación general de que los maestros no cumplen con su trabajo docente. Hay que ponderar otros factores también importantes: la gestión escolar (directores y supervisores), la participación social de los padres de familia en apoyo de sus hijos, el barrio, el centralismo educativo en planes y programas

( Los estados pueden proponer contenidos regionales, pero sólo son válidos si están aprobados por la SEP), la política de formación inicial y contínua del profesorado, las malas instalaciones educativas, el débil financiamiento de la educación, etc.

 

No basta con decir que México ocupa los últimos o penúltimos lugares en los exámenes PISA de la OCDE, tenemos que preguntarnos si ese instrumento de evaluación es válido para México y por qué la educación mexicana ha llegado a ese nivel: no para rasgarnos las vestiduras sino para detectar las causas y combatirlas.

 

También tenemos que preguntarnos si el SNTE (o su capa dirigente) es un obstáculo para elevar la calidad de la educación en México.

Debería convocarse a un debate nacional donde todos los actores políticos y sociales aporten soluciones para que la educación se convierta en palanca del desarrollo.

 

Pongamos a la educación en el primer plano de las prioridades nacionales: nos va el futuro en ello.

 

Tijuana, B. C. a 24 de julio de 2009

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